Una nueva alianza estratégica con África y América Latina, esa es la propuesta del Partido Demócrata de los Estados Unidos para la región, que fue presentada a la Convención Demócrata, en agosto 2020:
“Los demócratas no sólo reinventarán las alianzas existentes, sino que también trabajarán para fortalecer y construir nuevas asociaciones en regiones de creciente importancia estratégica, particularmente en África y América Latina”. (Democratic Party, 2020).
Con una creciente influencia de otras potencias mundiales en su área de influencia, América Latina vuelve a captar la atención de la próxima administración de los Estados Unidos. No es para menos, la República Popular China se ha convertido en un importante socio comercial, económico, financiero y político de varios países de la región. La Federación Rusa también incrementa su presencia, aunque no con la agilidad y la magnitud del Dragón Asiático. La República India es otra potencia que va incursionando en forma silenciosa. Mientras que la Unión Europea mantiene un perfil bajo en la región, conservando los espacios ganados desde la II Guerra Mundial y una imagen muy positiva en los latinoamericanos.
¿Cuán realista es esta propuesta de una nueva alianza entre América Latina y los Estados Unidos?
La plataforma política programática del Partido Demócrata menciona concretamente a dos países: Cuba y Venezuela; y a dos subregiones: Centroamérica y el Amazonas. El resto de América Latina no aparece en esta propuesta, lo que demuestra las prioridades de la futura administración estadounidense. Centroamérica y la Amazonía forman parte de dos grandes desafíos que desean abordar Biden y Harris: la migración y el cambio climático.
Una propuesta central es la elaboración de una estrategia migratoria nueva, que la han denominado; “Creando un sistema migratorio del siglo XXI”. En este acápite se plantea que, “un liderazgo americano disciplinado y programas de asistencia bien diseñados pueden ayudar a prevenir y mitigar los efectos de las crisis migratorias en todo el mundo, desde el sudeste asiático hasta el África subsahariana y América Central”. En este punto puede haber una coincidencia de intereses, ya que los países centroamericanos y México están conscientes de la gravedad del problema y han estado insistiendo en una posición más comprensiva de los Estados Unidos. Ambos lados tienen la necesidad de trabajar conjuntamente.
La situación es totalmente distinta cuando la plataforma política programática del Partido Demócrata plantea el cambio climático y el papel asignado a la Amazonía. Ocho países sudamericanos tienen políticas e intereses muy diversos en este importante pulmón del planeta Tierra. La idea central estadounidense sobre la Amazonía, es detener la deforestación a través de una acción conjunta global comandada por esta potencia mundial. Por su parte, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guayana, Perú, Surinam y Venezuela, agrupados en la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), muy difícilmente aceptarían una injerencia en el manejo y administración de este importante reservorio natural generador de aire puro. La idea de “internacionalizar” la Amazonía no es una novedad y su rechazo tampoco. Por lo tanto, es muy poco probable, que los ochos Estados amazónicos den luz verde a esta propuesta. Lo que no significa, que el cambio climático no afecte a los países de la región y que, sus equivocadas políticas nacionales provoquen una mayor emisión de gases de efecto invernadero.
Contrariamente a este tema, el fortalecimiento del multilateralismo, planteado en la plataforma programática demócrata, se convierte en un área de coincidencias de intereses entre América Latina y los Estados Unidos. En este nuevo orden mundial multipolar, los Estados de la región se sienten más cómodos con la vigencia de normas de organismos internacionales, que con imposiciones de las principales potencias mundiales: así se evita la vigencia de la ley de la selva.
Otros desafíos transnacionales de la futura administración de Joe Biden y Kamala Harris, son cuestiones que están presentes en América Latina: el COVID-19 y la crisis económica, generada por la pandemia. Los índices de pobreza se han incrementado en forma alarmante, lo que va a agudizar los conflictos sociales en la región. Por lo tanto, la propuesta demócrata de fortalecer el papel de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), puede ser una medida que sea bien recibida por América Latina, siempre y cuando oriente sus programas a estos temas críticos, lucha contra la pandemia y reactivación económica.
La competencia mundial por la primacía en las tecnologías de punta, también se disputa en territorio latinoamericano. La tecnología 5G de la telefonía móvil está generando tensiones entre los Estados de la región y las potencias mundiales. Estados Unidos tendrá que hacer propuestas novedosas y atractivas a los países latinoamericanos para detener el avance tecnológico de las potencias euro asiáticas.
Si bien los Estados han logrado convertir a América Latina en una zona libre de armas nucleares, gracias al Tratado de Tlatelolco, de abril de 1969, países fuera de la región intentan obtener material radioactivo de países latinoamericanos. Irán es un actor muy activo en este tema. Los Estados Unidos tendrán que establecer un delicado balance entre el restablecimiento del tratado de no proliferación nuclear denominado Plan de Acción Integral Conjunto y las acciones iraníes en América Latina.
Nuevamente, la inclinación de un grupo populista del Partido Demócrata a favor de los países del Socialismo del Siglo XXI, pueden generar crisis internas en la administración demócrata. Los estrechos vínculos de Argentina, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela con el régimen de Teherán, pueden convertirse en serias disputas de la política interna de la nueva administración y de la política estadounidense.
Otro desafío internacional de la administración demócrata es el tema del terrorismo. En América Latina se ha detectado la presencia de grupos terroristas en algunos países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Venezuela, Trinidad y Tobago. Los últimos ataques terroristas se remontan a varias décadas atrás, como el atentado al centro comunitario judío AMIA en Argentina, pero la presencia de esas organizaciones mantiene latente el peligro de un rebrote de esas actividades. Hezbollah, es la principal organización que tiene presencia en la región y es una importante organización aliada de Irán.
Un tema muy difícil de abordar para la próxima administración de Joe Biden, es sin lugar a dudas, la vigencia de los principios democráticos y la defensa de los derechos humanos en América Latina. La presencia de un sector del Partido Demócrata muy amigo de la corriente populista del Socialismo del Siglo XXI, creará tensiones internas en esta materia. El apoyo militante que dan sectores demócratas al gobierno de los hermanos Castro, de Maduro, de los Fernández, de los esposos Ortega y a Evo Morales, tendrán repercusión en la política interna de los Estados Unidos.
En la plataforma política programática del Partido Demócrata, se expresa una posición muy condescendiente respecto a Cuba y Venezuela. La política propuesta se basa en la presión diplomática sobre el gobierno de Nicolás Maduro, con el apoyo de países aliados a nivel mundial. Respecto a Cuba, propone mejorar el relacionamiento entre personas (viajes y remesas) y hacer hincapié en los derechos humanos. Argentina, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela son países donde los principios del Estado de derecho se están vulnerando, al estar en peligro la separación de poderes, la libertad de prensa y de opción política e ideológica.
Un factor positivo de la futura política exterior de la administración Biden – Harris, es el nombramiento del nuevo Secretario de Estado: Antony Blinken y de la Embajadora ante las Naciones Unidas: Linda Thomas-Greenfield. Ellos son funcionarios del servicio exterior, defensores del multilateralismo y con posiciones moderadas, no del ala radical de Partido Demócrata, ya que conocen muy bien la Realpolitik.
Conclusiones preliminares
La propuesta del Partido Demócrata para América Latina, es una política exterior a la defensiva, tratar de recuperar el terreno perdido durante las administraciones de Barak Obama y Donald Trump. La correlación de fuerzas a nivel mundial se ha transformado radicalmente. Estados Unidos ya no están en condición de proponer la Iniciativa de las Américas, como lo hizo el 41° Presidente George H.W. Bush padre, ni el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) de Will Clinton y su sucesor George W. Bush hijo.
La transición del orden bipolar al multipolar ha debilitado la presencia de la primera potencia mundial en su principal área de influencia: América Latina. Esa debilidad se manifiesta en el nuevo papel que juegan potencias mundiales como la República Popular China, la Federación Rusa, la Unión Europea y la República India, entre las principales.
Sin embargo, no sólo es la dinámica presencia de las otras potencias mundiales, sino también, el crecimiento de sectores afines a la corriente de la Internacional Progresista, que erosionan el poder nacional de los Estados Unidos, al apoyar a naciones, que tienen intereses contrarios a la primera potencia mundial.
En esta lucha por el poder y la paz mundiales, la propuesta planteada en la plataforma política programática del Partido Demócrata, trata de recuperar influencia en la región. Sin embargo, ya sería un importante éxito: mantener el statu quo. No permitir que las otras potencias mundiales sigan avanzando sobre la región latinoamericana.
Bibliografía
Democratic Party. (20 de August de 2020). Democratic Party. Obtenido de Democratic Party
https://democrats.org/where-we-stand/party-platform/
JULIO GASTÓN ALVARADO AGUILAR es diplomático del Servicio Exterior de Bolivia y profesor Emérito de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, Bolivia. Candidato a doctor en Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Autor de varios libros y artículos.
